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Un barrio que aprende y trabaja

El encuentro que nos reúne tiene como lema: “un Barrio que aprende y trabaja”. Nos convoca el aprender y el trabajar, pero antes de decir unas breves palabras sobre ello, no quería dejar de preguntarles: ¿Cuál es el nombre de este querido barrio?

Por Gustavo Carrara

OBISPO

Desde el 7 de noviembre lleva el nombre de “Barrio Padre Rodolfo Ricciardelli.” Este es un hecho muy importante porque hasta ese momento se lo denominaba Villa 1-11-14. Esta numeración la había puesto la dictadura militar para erradicar la Villa. Los padres Jorge Vernazza y Rodolfo Ricciardelli, desde que decidieron compartir su vida con las vecinas y los vecinos de la Villa del Bajo Flores, siempre vieron aquí un barrio obrero y de hecho llegaron como curas obreros.

Al decir del Papa Francisco en una carta: “La capilla está desde mucho antes pero, cuando se reconoció la parroquia hace 40 años, se le dio la carta de ciudadanía a un pueblo que crecía, trabajaba y rezaba… pero no figuraba en los mapas. En la historia de la Iglesia, desde tiempos antiguos, los misioneros dibujaban los mapas señalando donde había vida y vida cristiana. Creadores de comunidad, dibujadores de mapas y luchadores por la identidad de un pueblo, los padres Vernazza y Ricciardelli se adentraron en el barrio y su coraje de hombres de Dios dio fruto.”

Los fundamentos de porque se lo nombró “Barrio Padre Rodolfo Ricciardelli” están en la ley, pero las razones más importantes están en el corazón de miles de mujeres y hombres que vivieron y viven en este barrio y que conocieron y le hicieron lugar en su vida al Padre Richard –sobre todo los más pobres de los pobres-.

Para que nos quede claro, nombrar a este barrio Villa 1-11-14, es hablar de un plan de erradicación de las villas de la ciudad. Y como decía un amigo de los padres Vernazza y Ricciardelli, el padre Carlos Mugica: “lo que hay que erradicar es la pobreza, la miseria, la desigualdad”.

Llamarnos “Barrio Padre Rodolfo Ricciardelli” es hablar de integración urbana. Este es un concepto que acuño el equipo de sacerdotes para las villas, en el último documento público que acompañara con su firma el padre Rodolfo.

Comparto un párrafo que tiene su inspiración: “Cuando el pueblo que vive en la villa celebra, celebra la vida, la vida natural, pero como es cristiano por su fe sabe que esa vida culmina, se plenifica en la Vida de Dios. Cuando por ejemplo celebra a la Virgen (Luján, Caacupé, Copacabana, etc.) en esas fiestas pone en juego valores como la fraternidad, la solidaridad y la paz, ya que es la Madre de todos, la que nos convoca y en este tipo de fiestas fortalece el tejido social. El pueblo que celebra en la villa celebra la vida, porque se organiza en torno a ella, anhela y lucha por una vida más digna”.

Habitualmente se habla de urbanizar las villas. Urbanización hace referencia a lo que la ciudad le da o le puede aportar a la villa. Para nosotros es superador hablar de integración urbana. Este es un concepto que busca proponer la ‘Cultura del Encuentro’, ya que las villas le aportan y le pueden aportar mucho al todo de la ciudad. Esto comienza por reconocer al pueblo, que vive en estos barrios, como sujeto colectivo con su cultura, su lenguaje, su modo de razonar, su ritmo, sus símbolos. Esto no es populismo, es sencillamente respetar al otro como otro. En este encuentro los barrios pobres recibirán mucho, pero debemos reconocer que ellos ya aportan mucho.

Un camino concreto para la integración urbana es un barrio que aprende y trabaja. Se nos presenta el renovado desafío de cómo lograr un trabajo creativo y remunerado y una educación y capacitación permanente. “Trabajo debería ser sinónimo creatividad con esfuerzo y no de explotación con sufrimiento”. Eso es lo que quiere mostrar esta jornada, en la parroquia Santa María Madre del Pueblo, que busca ser una familia para el barrio.

Como Iglesia entre las casas, queremos dar testimonio de que los pobres ya no esperan, aprenden y trabajan y cuando no tienen trabajo se lo inventan –como los emprendedores-, así luchan por la justicia social. Queremos junto al Papa Francisco recordar que: “En este diálogo sobre el desarrollo, todas las voces y visiones son necesarias, pero en especial aquellas voces menos escuchadas, las de las periferias.” “¡Que hermosas son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes, y hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo!”.

Integración urbana es un tender puentes e ir derribando muros invisibles. Es apostar a que la “fuerza del nosotros” sea la respuesta a la “cultura del yo” que mira únicamente a la satisfacción de los propios intereses. Es trabajar artesanalmente por el sueño de un mundo distinto, donde no es negociable la dignidad de cada persona humana, donde una economía de comunión y del cuidado ayude a la liberación integral de los descartados.

Que la Virgen de Luján, la Madre del Pueblo, nos confirme en este camino de ser un barrio que aprende y trabaja. Dios te salve María…

Gustavo Carrara Obispo.
Auxiliar de Buenos Aires.
Vicario para la Pastoral de Villas.

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