Cultura

Literatura de barrio: “Pasta y mate amargo”

Mauro Elizondo, poeta y escritor, nos vuelve a traer un texto de la cruda realidad de los pibes, las drogas, los excesos y los mambos. Las pastas, las roquis, las dulces, las redondas, los bártulos.

Por Mauro Elizondo // IG: @elizzondo.m
Escritor de Villa Benquez – Banfield //

La pasta llegó como dádiva a un alma dócil que no sabe ni de qué escapa. Para que active el monótono día que augura resacas de una gira que nunca terminó, el mate amargo que será uno de los últimos testigos de su cordura. Ya en la calle y con la psiquis alborotada, llega el trago de alcohol para que la conciencia vuele y sea el comienzo de la vivencia de las horas que no existen, siendo títeres del subconsciente. Es que puerilmente sostengo la teoría (sin antes haber investigado si existe algún estudio que lo avale) que éste, es un mambo surrealista. Y lo hablo empíricamente, pues me considero un esporádico consumidor, un turista de las roquis, de las dulces, de las redondas, de los bártulos o como quieran llamarla. Bajo ésta sustancia, siento que lo onírico se rebela, que esa barrera de papel que tiene el consciente se derrumba y es el inconsciente el que empieza a manejarlos en una realidad a medias. Como una de las tantas definiciones de los sueños; se ejecuta la realización de los deseos reprimidos. Y aquello que careta no lo haríamos ni de casualidad, aunque ganas no falten, bajo el mambo no hay problemas en hacerlo. (Por eso se le dice de forma despectiva o verduga a los que las consumen, la palabra “coragil”).

“Sólo tenía que beber la poción para sacarme de encima al instante el cuerpo del famoso profesor, y asumir, como quien se pone un tapado grueso, el de Edward Hyde” dice Stevenson en aquél clásico que me parece una obra excelente y que podría describir muchísimo la adicción a las pastillas.  Confirmando la dualidad de los hombres todos y que aquél que comete las faltas, definitivamente es nuestro lado peor.

Hay una droga que no se la trata como tal, pero a la corta o a la larga termina siendo una de las peores adicciones y mucho no se habla de eso. Como ya he dicho, lo hablo empíricamente, pues en el barrio, con los pibes o todo aquél que haya curtido el mambo, bien se sabe que la pastilla te agila. Pero estamos acostumbrados a acuñar esa palabra a drogas como el paco o la merca.

Elixir multicolor que desordena los sentidos y la conciencia la deja tambaleando, que seduce el paladar, lo embriaga y luego te abandona a merced de los actos de la inconsciencia.   Clonazepan, rivotril, gusanitos, son algunas entre tantas, que más fáciles son de conseguir. Podría ser posible que alguien lea esto y ni siquiera sepa que estos malditos fármacos pueden llegar a ser una adicción mortal y tan peligrosa como cualquier otra droga “dura” y la desdicha de tantas madres y tantas familias.

Y acá quiero llegar a éste punto, que me parece de lo más relevante en éste tipo de casos aun habiéndome salteado muchísimos detalles sobre la vida de los que consumen éste fármaco. Un tema que se toca en los grandes medios tan sólo cuando ocurre una desgracia cometida por éstos adictos, pero nadie hace nada para cambiarlo y resolver qué hacer. ¿cómo ayudamos al adicto? Hay que internarlo dirán muchos. Pero el caso es que, si éste no quiere internarse por cuenta propia, es demasiada complicada una internación forzosa a pesar de que el adicto o las personas que lo rodean corran peligro. La ley cambió hace un tiempo y hay una lucha constante, sobre todo de madres (el caso más famoso es el de la mamá del cantante “chano”) por querer transformar esto en algo más fácil de tratar y así ayudar realmente a los enfermos. ¿qué pasa si el adicto no quiere internarse?  Desde los lugares donde una familia, desesperada por ver a un familiar barriletear en una tormenta creada por el mismo, llama para obtener respuestas y ayuda, te dicen que primero hay que hacerle estudios neurológicos para corroborar su estado mental, una vez hechos los estudios, el diagnóstico debe ser entregado a un juez y el juez es quien decidirá si se hace la internación o no. Ahora ¿y si éste no quiere siquiera hacerse los estudios? ¿Si niega la adicción y no se deja ayudar? Claramente hay desidia de parte del Estado e ineficacia para evitar desgracias que terminan tocándonos a todos. La sociedad solo ruge en quejas, pero mira para otro lado cuando éstos temas se hablan.

Mejor prevenir a curar, pero más fácil pedir mano dura cuando se pudo haber evitado ciertas cosas. Familias enteras desgarrándose en nervios mientras que el individuo andará enrochado por ahí en su onírico mundo. Haciendo de su vida algo irreal. Perdiéndolo todo. Siendo negados hasta cuando mendigaron el peor oído. Rezos bañando sus soliloquios. El diablo recorriendo sus sensibles tímpanos. Empeñando el alma por un día más de gira. Y una puerta le abrieron después de mirar por tantas cerraduras, pero él la agarró y la vendió y ahora temerosas, las puertas todas se cierran cuando su paso tambaleante se va acercando a ellas. La empatía llega inválida. El salvavidas pinchado. Bajó del mambo luego de tres días y en el despertar sólo hay una convicción: “Lo perdí todo”.

 

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