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El abrazo compañero que nos sana

Mercedes Acosta, Corresponsal de Fuerte Apache ///

Él me abraza, no sabe mi nombre, ni mis dolores del alma, pero todos los miércoles lo veo y espero su abrazo.

Su abrazo es alentador, sanador, se me borran por un instante las heridas de la semana y me da fuerza para lo que se viene.

Sé, sabe. Me va a cebar mate lavado en su mate de chapa cuando la cosa esté en relativa calma.

Sé que lo voy a ver yendo donde el griterío se empiece a oír más fuerte porque se están queriendo llevar a alguno.

Sabe que voy a estar detrás él. Sabe que voy a ser ese grito. Soy las manos que lo voy a destrabar, soy los brazos que lo van a rescatar y a llevar de vuelta a la movilización.

No sé cómo se llama, pero es mi compañero, sabemos que en algún momento los dos vamos a estar frente a las fuerzas armadas para evitar que le sigan pegando a algún abuelo.

Sé que nos vamos a encontrar espalda con espalda, sé de su lealtad , sé que no me da a dejar sola y él sabe que solo no está, que ahí estoy.

Sé, sabemos que no estamos solos y que no somos los únicos, sé que cuando el bastón de la yuta va directo a mi cara hay un brazo que atenúa el golpe. Sé que ese bastón ya no le pertenece al yuta, porque pasó a ser nuestro.

Se de los perdigones que atinan a pegarles en el casco a dos que están un poco más atrás y que los empujan. De estos dos últimos sé el nombre. Ellos también siempre están, somos un equipo no planeado, pero bien plantado. Ellos no llevan mates, ni me abrazan. Entre ellos no se conocen, pero igualmente me siento segura resguardada.

Acá no cae nadie, acá nos lastiman lo menos posible. Los yutas son estas manos sin cerebro, que por dos mangos pegan como si no hubiera otro día.  El precio de un salario es tan poco, no se defienden ni entre ellos mismos. Disfrazados como si fueran el enemigo, defienden los intereses de mi enemigo. Mi enemigo en cuya mesa ni yo ni ellos compartiremos un pedazo de pan.

Y yo les escribo, escribo solo para que sepan que los abrazos compañeros son sanadores.

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