Sociedad

Los niños con sobrepeso, la nueva cara de la pobreza urbana

La obesidad infantil aumentó junto con la inseguridad alimentaria; las organizaciones que trabajan en los barrios más vulnerables son testigos de lo mal que comen los chicos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) menciona a la inseguridad alimentaria como una fuerte consecuencia de la desigualdad, que viene creciendo a ritmo acelerado en Sudamérica. Y aclara que la malnutrición se puede dar tanto por carencia de alimentación (desnutrición, hambre, retraso en el crecimiento, etcétera) como por exceso (deficiencia de micronutrientes, sobrepeso y obesidad), dos caras de un mismo gran problema que enfrentan los grupos sociales más desfavorecidos.

En sintonía con la tendencia internacional, en la Argentina los números de malnutrición por carencia vienen bajando y los de malnutrición por exceso vienen subiendo. Verónica Schoj, directora nacional de Promoción de la Salud y Control de Enfermedades no Transmisibles, explica que hoy, en los sectores más pobres, la relación es cuatro a uno de chicos malnutridos con sobrepeso. “Este es un patrón que todavía no está socialmente instalado, cuesta pensar que en la actualidad el malnutrido tiene sobrepeso”, detalla.

A fines de 2018, 13.600.000 personas vivían bajo la línea de pobreza, según datos del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA. Del total, 6.300.000 son menores de 17 años (un millón más que 12 meses atrás), esto significa que en la Argentina, el 46,3% de los pobres son chicos; prácticamente la mitad.

También la mitad son los hogares argentinos que según el Indec no tuvieron ingresos suficientes para cubrir los gastos básicos y el ingreso promedio per cápita fue de 11.031 pesos mensuales en el tercer trimestre de 2018. En enero, una familia tipo de dos adultos y dos menores en la ciudad de Buenos Aires necesitó $25.794 para no caer bajo la línea de pobreza, según la Dirección General de Estadística y Censos porteña. Esto impacta de lleno en la alimentación y no solo en la calidad de la comida a la que una familia pobre puede acceder, sino también en la cantidad.

“En los últimos tiempos se volvió a ver que el alimento escasea, chicos que comen menos de las comidas necesarias, y esto se suma a la calidad de lo que comen. Sobre todo en estos barrios tenemos muchos problema de obesidad. La malnutrición es un tema urgente y es un emergente de la problemática de la pobreza”, sentencia Milagros Oromí, terapista ocupacional que está a cargo de los programas de primera infancia de la Fundación Franciscana, una organización que trabaja en Lomas de Mariló, en Moreno, y en el barrio Ejército de los Andes, en Tres de Febrero.

En los talleres de nutrición y cocina para chicos que Delicias de Alicia da en comunidades de bajos recursos, este doble estándar salta a la vista. Laura Osorio, chef del proyecto social, cuenta que en una oportunidad, luego de cortar un budín de banana para compartir, un chico agarró rápidamente muchísimos pedazos y ahí ella comprendió que tenía hambre, y otra vez, un niño de diez años con sobrepeso se quedó dormido en plena clase.
En los dos casos, a los chicos les costaba concentrarse, uno era muy inquieto y el otro no participaba en las actividades que proponían. Es que la malnutrición, ya sea por carencia o exceso, impacta fuertemente en el desarrollo personal, implica mayores tasas de ausentismo en los colegios, menor rendimiento intelectual y graves consecuencias de salud como anemia o enfermedades crónicas no transmisibles.

Fuente: Guadalupe Rodríguez para http://www.lanacion.com.ar

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